¿La Familia como “Sistema”? ¿Qué es la Triangulación en la Familia y cómo afecta a los hijos?
La familia como sistema se compone de subsistemas entre los que existen límites que tienen como objetivo proteger la diferenciación del sistema y facilitar la integración de sus miembros en él. En un sistema familiar se dan los siguientes subsistemas:
- Conyugal: entre los miembros de la pareja funciona la complementariedad y acomodación mutua: negocian, organizan las bases de la convivencia y mantienen una actitud de reciprocidad interna y en relación con otros sistemas.
- Parental: tras el nacimiento de los hijos, el subsistema conyugal ha de desarrollar habilidades de socialización, nutritivas y educacionales. Se ha de asumir una nueva función, la parental, sin renunciar a las que se caracterizan al subsistema conyugal.
- Filial: la relación con los padres y entre los hermanos ayuda al aprendizaje de la negociación, cooperación, competición y relación con figuras de autoridad y entre iguales. En relación con esto, el concepto de tríada rígida se refiere a las configuraciones relacionales paterno-filiales en las que el hijo se usa rígidamente para desviar o evitar los conflictos parentales. Uno de estos tipos de tríada rígida es la Triangulación, en la que cada uno de los cónyuges trata de obtener el respaldo del hijo en su conflicto con el otro. Cuando se da este tipo de interacción, existen efectos nocivos en el menor, puesto que éste dedica parte de su energía a un conflicto que no le corresponde, el conflicto parental. Su energía debería estar centrada en los retos evolutivos de su vida.
¿Cómo influye la llegada de los hijos a la pareja?
A menudo, la llegada de los hijos, puede vivirse en la pareja de manera traumática porque, lejos de ayudar a una relación de pareja erosionada, lo que puede hacer es ocasionar la ruptura. Existen muchos motivos, que se pueden dar de forma aislada, o en conjunto con otros, como la reformulación de la vida en pareja cuando hay un tercero (hijo), asunción de nuevos roles (padre-madre), pérdida de tiempo para uno mismo y la pareja, choques culturales a la hora de educar a los hijos, cambios hormonales en la madre, pérdida de interés en el otro, al centrar la atención en el bebé, celos por la dedicación al hijo, etc. etc. La terapia de pareja puede ayudar a salir de esta situación brindando, a los padres, herramientas para afrontar los nuevos cambios y aceptarlos.
¿Qué es el nido vacío?
Grosso modo, el concepto “nido vacío”, hace referencia a la incapacidad de los padres para afrontar la ida de los hijos de casa. Se define como la dificultad/necesidad de readaptar la dinámica familiar a la marcha de los hijos.
Aunque los hijos pueden sufrir también la salida de casa y evitar enfrentarse a esta situación con distintos mecanismos, es a los padres a los que se les atribuyen los síntomas del nido vacío, sufriendo esta etapa del ciclo familiar como traumática, en el caso de que no sepan aceptar los nuevos cambios a los que se enfrentan que, además, suelen coincidir y combinarse con otros acontecimientos vitales individuales (jubilación) y/o familiares (pérdida o incapacidad de sus propios padres).
Los padres deben aprender a volver a quedarse solos el uno con el otro y a renegociar los roles y normas de la nueva convivencia, deben aceptar a los hijos como adultos y tratarlos como tales, aceptando la salida del “nido”.
Aun así, esta situación puede tener consecuencias potencialmente negativas en los hijos, si los padres los “implican” en esta dificultad de reconstruir la dinámica y objetivos familiares y personales (por ejemplo, generando un patrón de triangulación, o bien generando culpa por el alejamiento), dificultando así el logro de las etapas de su ciclo vital individual (deseo de intimidad, juventud) y familiar propio (lograr autonomía/independencia familiar, establecer nuevas relaciones…).
Curiosamente, hoy en día, se está dando el caso contrario: “nido lleno”, es decir, los hijos no se van de casa y los padres no pueden continuar su ciclo… ni los hijos empezar el suyo.