La Lactancia materna (LM), es un tema controvertido y se ha convertido, en los últimos años, en una cuestión de gran actualidad a raíz de la mayor toma de conciencia de los beneficios de la leche materna y del intento, por parte de diversos sectores, de adoptar prácticas que protejan, promuevan y apoyen la lactancia materna exclusiva (LME) desde el nacimiento. Aparece ahora como un objeto de debate social donde se cruzan razones científicas con modelos de crianza y conciliación.
De esta manera, nacen, por un lado, grupos de apoyo y organizaciones destinados a asesorar y a defender a ultranza la lactancia materna; y, por otro, los detractores que, desde su posición, apelan al derecho de la madre de decidir sobre su propio cuerpo.
Las mamás primerizas que emprenden esta nueva etapa, se ven inmersas en una serie de idas y venidas de comentarios, opiniones y consejos que les llegan desde todos los ámbitos: abuelas, madres, amigas, médicos, matronas, televisión, internet, etc. Y, así, se enfrentan a esta nueva etapa con una elevada ansiedad ante lo que les espera.
Mamás Lactantes vs. Mamás no Lactantes
En mi práctica profesional y en la experiencia personal de tener a muchas de mis amigas y conocidas en esta etapa de la vida, he podido observar a madres angustiadas que se sienten culpables porque no pueden o no quieren dar el pecho a sus bebés. Esta presión social de adorar a las madres lactantes, desechando y avergonzando a las que no lo son, hace que aumente aún más la preocupación de las futuras mamás.
Por otro lado, también me hace cuestionarme una serie de preguntas. ¿Es una alimentación sana la de un bebé al que su madre le da teta con un horario rígido y un tiempo cronometrado? ¿o la de un bebé cuya madre ingiere drogas o alcohol? ¿o la de un bebé cuya madre teme el momento del día en que le toque dar la teta porque sufre al hacerlo, no le gusta o lo hace con tristeza y resentimiento hacia su propio hijo? Así es, también se dan estos y muchos otros casos que dificultan que se lleve a buen término la lactancia; a pesar de lo idílico que «debe» y «tiene» que ser para todas las mamás dar el pecho.
- Debe contener todos los nutrientes y otros factores que un bebé necesita.
- Debe estar disponible en cantidad suficiente para promover el crecimiento vigoroso del bebé.
- El bebé debe poder acceder a él fácilmente.
«Cualquier alimento que no cumpla con los tres criterios no puede, bajo ninguna circunstancia, ser un alimento perfecto para ese niño. La leche materna puede ser el alimento perfecto para algunos bebés, pero es muy imperfecta para muchos otros», aclara Tuteur. Con lo cual, para esos otros niños, el alimento perfecto y más recomendable sería la leche de fórmula.
Leche Materna vs. Leche de Fórmula
Desde luego que, a estas alturas, nadie pone en duda que la leche materna es más beneficiosa que la de fórmula; los conocimientos científicos disponibles en la actualidad acerca de la complejidad y el dinamismo de la composición de la leche materna, nos permite afirmar que será imposible sintetizar una leche artificial equivalente a esta. Aunque es cierto también que, muchos de los efectos beneficiosos a largo plazo de la lactancia han sido sobreestimados, tal y como explica el médico Michael Kramer, líder de una investigación única en la historia sobre los efectos del amamantamiento.
Datos científicos
Investigar los efectos de la lactancia en humanos es muy complicado ya que existen innumerables variables que se deberían controlar. De hecho, la evidencia científica de que la leche materna proporciona una protección a largo plazo de las enfermedades crónicas de la adultez (incluyendo obesidad, enfermedad cardíaca coronaria, diabetes tipo I y II), se basa, casi exclusivamente, en estudios observacionales y no experimentales. Es decir, comparan un grupo de población con otro; con lo que no pueden ser concluyentes al respecto.
De lo que sí hay una evidencia científica muy sólida, es de que la leche materna es rica en anticuerpos y otras moléculas que constituyen una primera línea de defensa en las zonas mucosas, como el intestino del bebé; además, también es rica en células madre. En países desarrollados, reduce el riesgo de muerte súbita del lactante en una proporción de más de un tercio. La evidencia relativa a que el amamantamiento protege contra las infecciones respiratorias y gastrointestinales es firme y sistemática. Pero sólo, durante el período de lactancia, y desaparece a los pocos días de detenerla. Por último, no olvidemos que la leche de madre es un fluido vivo. Es decir, su composición no es fija, sino que se adecúa idóneamente al momento de la mamada, al momento del día y a la edad gestacional y postconcepcional del niño.
Conclusión
En definitiva, como madre lactante y asesora de lactancia para mamás y papás, podría decir, desde mi experiencia personal que la lactancia es maravillosa y te conecta con tu hijo de una forma indescriptible y casi mágica donde se te abre un mundo de maravillosos momentos de complicidad y ternura con tu bebé.
Pero, por otro lado, también es una etapa muy dura:
Primero, por la constante evaluación a la que te ves sometida. En muchas ocasiones, desde tus familiares y/o pareja, que no entienden por qué tanta teta (o por qué tan poca), hasta algunos pediatras que te aconsejan leche de fórmula, si después de sus recomendaciones de no más de 5 minutos al pecho cada 4 horas, tu bebé no ha cogido el peso esperado.
Y, segundo, por el sacrificio que supone dar de mamar a demanda (sobre todo en los primeros meses, que la demanda nunca acaba).
Desde luego que lo ideal es que la elección de preferencia siempre fuera la lactancia materna. Pero pienso, que debemos ser tolerantes con las madres que no dan el pecho a sus hijos (al igual que hacemos con las que deciden no tenerlos) y no tacharlas de mamás incompetentes desde suposiciones erróneas ya que, probablemente, estemos basando nuestros argumentos en información incompleta y el desconocimiento de los motivos que le han llevado a esa situación.
Mi mensaje es:
Disfruta de tu bebé y siéntete cómoda alimentándole con tus propios recursos. Y si no puedes, o no quieres, disfruta igualmente de los momentos de amor que brindan la cercanía de tu hijo a tu cuerpo bebiendo el biberón que con tanto amor le has preparado. No te sientas culpable si tu hijo crece sano con leche artificial por lo que te digan los que ven las cosas en la distancia.
Citando de nuevo a Amy Tuteur en la revista Time: «existen muchísimas cosas por las que una madre puede sentirse culpable a la hora de criar a los hijos y, tarde o temprano, ellos ya se encargarán de decirte lo que hiciste mal. A las madres angustiadas yo les aconsejaría que ahorraran fuerzas, que la parte dura de la maternidad aún está por venir, y que un hijo nunca te dirá: «El problema, mamá, es que no me diste de mamar». Lo más importante para los niños es la sensación de que sus padres los aman»..
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