Hay momentos en la vida de muchas personas en que, por distintos motivos, no se sienten lo suficientemente fuertes o estables como para afrontar determinados problemas; son esas situaciones que “se nos escapan de las manos”, tanto logística, como emocionalmente; y, este estado, se prolonga en el tiempo más de lo que podemos considerar como “normal” (épocas en que tenemos más estrés de lo habitual o se nos acumulan ciertos problemas). En otros momentos, simplemente, hay que enfrentarse a diversos cambios y nos da miedo dejar atrás nuestra “zona de confort”: casarse, divorciarse, cambio de trabajo, de vivienda, pérdida de un ser querido.
A veces, confundimos “malas rachas” con verdaderos problemas, o incluso, trastornos, bien sean: trastornos depresivos, ansiosos, de conducta, trastornos del sueño, de control de impulsos, y un largo etcétera que aprendemos a mantener a raya o a controlar en cierta medida; y, aunque nos mermen ciertas capacidades, hemos aceptado que son parte de nuestra personalidad y que no podemos hacer nada por evitarlos. Y, otras veces, sabemos que estamos mal, pero no sabemos el por qué, hemos perdido el interés por las actividades que antes resultaban placenteras, estamos intranquilos y con sensación de tensión constante.
Sin embargo, no es preciso sufrir en vano, sobre todo, cuando estos problemas pueden agravarse al no afrontarlos, o no saber cómo hacerlo. Saber cuándo acudir a un psicólogo, puede ayudarte a poner freno a esta situación, ya que, éste, puede brindarte la ayuda que necesitas y dotarte de herramientas que te permitan sentirte bien contigo mismo y con tu vida.
Síntomas
Si hasta aquí, te sientes identificado/a, quizá te ayude a dilucidar aún más tu estado, la lista que presento a continuación, de los 10 síntomas que nos alertan de cuándo de acudir a un psicólogo.
1. Sientes que no tienes control sobre el día a día (acontecimientos diarios)
El malestar se intensifica cada día más, hasta el punto que llega a interferir en tu desempeño cotidiano y no eres capaz de analizar las cosas con objetividad y actuar inteligentemente. O bien, vives en soledad, sin orden y no haces nada por relacionarte con otras personas.
2. Empiezas a somatizar
Es decir, a transformar lo psicológico en síntomas orgánicos y funcionales, como dolores en diferentes partes del cuerpo; o, a tener ataques de ansiedad (presión en el pecho, aceleración del ritmo cardiaco, hiperventilación o respiración muy acelerada, sudoración, mareo…).
3. Sientes las emociones “a flor de piel”
O bien, tienes incapacidad para controlarlas: llanto, rabia, culpa, impotencia, tristeza, desolación, euforia, angustia, desesperanza, etc. Te sientes agresivo/a, irritable, con cambios de humor que no se pueden controlar y que pueden llevar a generar situaciones límite.
4. Incapacidad para resolver situaciones graves
Que puedan producirse en el ámbito familiar, laboral o social: Problemas de pareja o con hijos, situación económica, conflictos laborales o con amistades… Incluso, a veces, piensas que todo el mundo está en tu contra.
5. Pensamientos negativos
Te invaden los pensamientos negativos, catastrofistas u obsesivos; y no consigues hacerlos desaparecer fácilmente, impidiendote vivir la vida con normalidad.
6. Insomnio
Tienes insomnio (en cualquiera de sus modalidades), o problemas para conciliar el sueño y descansar, generalmente, porque no se puede desconectar de los problemas.
7. Deseo de morir o de suicidarse
Sientes que la vida no tiene sentido y deseas que se acabe.
8. Quieres potenciar determinadas habilidades
Habilidades, tanto personales como sociales, que te permitan hacerle frente a diferentes situaciones con mayor aplomo.
9. Adicción o adicciones
Tienes adicciones que no eres capaz de controlar: Alcohol, juego, drogas, sexo…
10. Problemas en las relaciones sexuales
Experimentas dificultades en relación al deseo, la excitación, el orgasmo, sientes dolor durante el coito, etc.
Deja una respuesta